
En Rosario hay mas diferencias que las que separan a leprosos y canallas. Detrás de la exitosa Rosario de los últimos años que brilla en el Congreso de la Lengua , visitada por turistas de todas partes del mundo, llena de eventos culturales, la cuidad del boom de la construcción, existe otra…la de los barrios.
Con caminar un par de cuadras es posible cambiar el montaje del centro, por otra realidad. Realidad en la que se destacan la falta de adecuados recorridos en el transporte publico, calles en mal estado, inseguridad, falta de obras publicas y que suele reflejarse en las postales de los piquetes sobre la Av. de Circunvalación, enfrentando a los vecinos entre si.
En 2003, Rosario recibió el Premio de Naciones Unidas al Desarrollo y la Gobernabilidad , entre varias otras ciudades latinoamericanas; pero lo cierto es que aún la ciudad debe transitar un largo camino para llegar a que el desarrollo y la gobernabilidad sean completos y parejos para todas las zonas que la conforman.
La urbe, que lleva 19 años de gobierno socialista, desde 1997 emprendió un programa de descentralización de tareas, que se plasmó en la edificación de 6 Centros Municipales de Distrito, donde se llevan acabo, actividades administrativas y actividades culturales o deportivas dirigidas a la ciudadanía. Pero lo cierto es que el acceso a esas actividades no es aún masivo, existe muy poca llegada de la cultura a los barrios.
También, desde 2003, se implementó el denominado Presupuesto Participativo, que supone la participación de la ciudadanía en una co-gestión entre vecinos y municipalidad, en la que se definen las prioridades de obras y servicios a partir de los recursos existentes. Esto se lleva a cabo mediante rondas que se dan lugar periódicamente. Lo cierto es que muy poca gente conoce la existencia del Presupuesto Participativo y cómo es su funcionamiento. Las campañas publicitarias son ineficaces y no llegan a los verdaderos interesados, además de que los montos asignados son muy reducidos.
La cuidad parece concentrarse en unas pocas zonas, limitando su propio y necesario desarrollo. La falta de planificación se ve en el direccionamiento de las inversiones, concentradas en determinados sectores, aumentando el contraste. Por ejemplo el boom de la construcción se reduce a unas cuantas cuadras. Esto es un gran negocio inmobiliario que genera el aumento del precio de las propiedades de esas zonas y de los nuevos inmuebles, que son inaccesibles para la mayoría y acarrean innumerables problemas urbanísticos. Cuando se derriban casas centenarias, por otro lado patrimonio histórico, y se edifican modernos edificios, muy pocos son los que piensan en el colapso de servicios que provocaran, la falta de cocheras y los problemas de transito que eso arrastra en el centro. En momentos de crisis energéticas, con los crudos inviernos y sobre todo en los veranos rosarinos de 40º, los problemas con la electricidad o el agua aumentaran progresivamente, y no hablemos del las cloacas. También, las nuevas y gigantescas torres que están construyéndose frente al río provocan un impacto ambiental y visual que nadie regula ni controla.
Mucho se habla de la Chicago argentina por estos días, de Rosario como un modelo, una urbe que parece estar a la avant-garde. Pero el camino por recorrer es largo. Es una paradoja que una cuidad que hace de su bandera la descentralización, enfoque la mayoría de sus esfuerzos en el centro, ya que parecería que todas las políticas publicas se dirigen hacia allí. Rosario llena de turistas hace feliz a todos, pero mejor seria que todos los rosarinos tuvieran las mismas oportunidades de disfrutar de la ciudad. Es así que, en cuestión de inversiones también, el objetivo debería ser beneficiar a la mayoría de los ciudadanos.
Si comparamos a Rosario con otros lugares del país obviamente las diferencias y las ventajas estarán a su favor, pero no se trata de conformarse con eso, sino de seguir creciendo y desarrollándose de manera pareja, igualitaria e inclusiva.
Cecilia Cuenya e Inés Rosales
Proximamente será publicado en Parresía y Libertad